Tengo miedo a los pájaros,
y con esto no bromeo.
Me dan miedo sus plumas, sus patas, sus uñas, su pico.
Me dan miedo.
También tengo miedo
de seguir pasos ajenos en un camino que no está claro,
de tener que depender
de un corazón que ya no quiere que
lo arrope.
Tengo miedo
de despertarme y no reconocerme,
de observar en el espejo
a otro chico más con varias ilusiones menos.
Tengo miedo
de no volver a ser el protagonista de tus fantasías,
y de cuestionarme
la posibilidad de no haber llegado a serlo nunca.
Tengo miedo
a que descubras que, de entre todos los monstruos bajo mi
cama,
tuve que hacer frente
al dragón de seis cabezas que custodiaba la esperanza,
y que perdí.
Tengo miedo
de sentir que el miedo se hace rey de mi castillo,
y que no tenga el coraje suficiente
de enfrentarme a su ejército y salir corriendo a buscarte.
Tengo miedo al olvido,
a empezar a ser un recuerdo eclipsado en tu memoria
y acabar desvaneciendo
de la misma forma en que lo hacen los rasguños de mi
espalda.
Tengo miedo
a que un día cualquiera, en un sitio cualquiera
ya no vuelvas a pensarme
y, en ese momento, te des cuenta de que no me necesitas.
Tengo miedo, mucho miedo,
y tener miedo me hace humano, no cobarde
Pero apúntalo bien, chica de la suerte,
que a pesar de querer verte volando,
conquistando cada palmo del cielo,
no te conviertas en pájaro, no quiero tenerte miedo.
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