Alegra esa cara, triste silueta,
que la vida no está para dar horas de más
en lo que nos hace tener horas de menos.
Que en la suerte no tiene cabida la tristeza,
porque los martes trece ya no existen
desde que tú apareciste por sorpresa.
Alégrame esa cara y convéncete
de que tu fuerza es capaz de abrir corazas,
de detener trenes en marcha
y de aflorar corazones atrapados en la mirada de Medusa.
Empieza por creerte diosa,
porque para reina eres demasiado grande.
Y no te olvides de reír cuando todo sea negro,
porque tu sonrisa alumbra los rincones más oscuros.
No te sientas vacía
en un mundo que no entiende de espacio,
y aparta la vista de ese espejo roto
que te engaña y esconde tus maravillas.
Aprende que la magia no está en los trucos,
que es el mago quién la lleva,
y tú eres experta en hacer magia, sin varita,
cada vez que pestañeas.
No sientas que no vales nada,
porque la palabra inútil la taché del diccionario
el mismo día que me hiciste soñar
con los labios entreabiertos y el corazón reformado.
Entiendo tu postura de no dejarte ayudar,
pero déjame ser tu apoyo,
déjame ser el bastón que te alivie,
déjame ser un soplo de aire fresco en el desierto.
Porque tengo fuerza para cargar con todo
si es de ti de quien se trata.
Y te recuerdo, por si algún día se te olvida,
que mis juegos de niños,
esos que transforman lágrimas en risas,
te esperan impacientemente,
al igual que lo hacen mis brazos,
mis cosquillas y mi espalda.
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