lunes, 27 de febrero de 2017

Ella

No busquéis pretextos ni argumentos,

pues el tiempo es algo que unas veces te acompaña

y otras veces te deslumbra,

haciéndote perder el norte.


¿Quién me lo diría?

Que forzarme a ir en dirección opuesta

me traería un bosque de cerezos inmortales

tatuados en la piel.


O que un café, que ni si quiera gusta,

y un paseo improvisado y sin motivo

provocarían el eclipse lunar

más duradero de la historia.


No tenéis ni idea

de lo que es soñar despiertos

si todavía

no habéis sido capaces

de mirarla cara a cara

e interrumpir cada uno de los besos

para ver cómo es capaz de convertir en arte

los movimientos arqueados de sus labios.


Porque os juro

que cuando sonríe

los planetas se olvidan del Sol

y giran en torno a Ella.


No es de este mundo,

porque si lo fuese

cambiaría por completo el significado

que hoy le atribuimos al amor.


¿Nunca nadie ha pensado

que Dios, en realidad, es mujer?


Yo he dejado de pensarlo

para empezar a creerlo,

porque es imposible que esa forma de pestañear

sea propia de un ser humano.


Y estoy seguro de que Pablo Benavente

la tenía en mente cuando dijo aquello

de que “Ella no es perfecta,

es exacta”. 


Qué más da si me ha cambiado hasta el latido.

Lo importante es que ahora mi norte es sur,

que mi reloj retrocede en su presencia

y que todo tiene un motivo: Ella.