miércoles, 27 de diciembre de 2017

Bandera blanca

Vuelves a doler,

más incluso que hace un año.

Y tengo la necesidad imperante

de llamarte, escribirte o entregarte mi vida.

Total, ya es y siempre ha sido tuya.


Cuídala, tanto como yo no he hecho.

Arrópala, acaríciala, déjala soñar contigo.

Y quiérela, sobre todo quiérela.


No he sido consciente de un error

que ahora pesa mucho más

que mil barcos de acero puro

cansados de naufragar.


Hoy empiezo a echar de menos

que al girar mi cuerpo al despertarme

no sigas durmiendo al otro lado,

evadiendo las alarmas.


No puedo hacerme a la idea

de tener que comportarnos como extraños

después de conseguir darnos la vida,

mutilando los fantasmas del pasado.


Duele tanto

no saber de ti durante días…
  

He intentado hacerme el fuerte,

ya sabes,

tratando de convencerme de tu ausencia,

siendo mi propia prioridad.


Mentira todo.


Porque dime,

¿de qué sirve aparentar

que no me importa nada de esto

si por dentro estoy completamente hundido?


Porque, si somos el reflejo del alma,

¿de qué sirve que me fuerce a ser yo mismo

si desde hace un tiempo

solo pienso en un “nosotros”?



Quizá lo único que aviva mis entrañas

es mantener esa esperanza

que me obliga a resistir en mi trinchera

esperando a que tú, yo, o ambos

tengamos el valor suficiente

de tragarnos nuestro orgullo


y sacar bandera blanca.